La esposa de Rick Wright -el George Harrison de Pink Floyd- luchaba contra la depresión, entonces su marido hizo lo que mejor sabía hacer: un disco. Un disco conceptual, profundo, precioso y emocionante, la clase de disco que jamás hubiera visto la luz bajo el paraguas floyd, como nunca hubo un disco 100% Harrison bajo el paraguas beatle. Wright lo llamó “Broken china” (porcelana rota) y por esas cuestiones de sellos y derechos que sólo las plataformas entienden no está en Spotify. Sí en YouTube. “Broken china” habla de la depresión desde adentro, con pleno conocimiento de causa. La describe, la analiza, la expone, la convierte en música y, por sobre todo, se esfuerza por comprenderla manteniendo el respeto y la distancia con quienes la padecen. Wright, que era un tipo entrañable, hizo de “Broken china” una declaración de amor incondicional.

Y lo que Wright supo desde el momento en el que compuso “Breakthrough” fue que no era para cualquiera. Podía haberlo cantado él, claro que sí, pero un tema como ese, el cierre de un viaje tan visceral como el propuesto por “Broken china”, merecía otra voz. Cuando Trent Reznor escuchó la versión de “Hurt” grabada por Johnny Cash sólo atinó a afirmar, admirado: “la canción ha dejado de pertenecerme”. Wright necesitaba que alguien le arrancara “Breakthrough” de las manos y del corazón. Reznor escribió “Hurt” y, sin saberlo, le estaba sirviendo a Cash su canto del cisne. De “Breakthrough”, ese peregrinaje por los campos de la depresión con una luz al final del túnel -la luz del amor- se hizo cargo Sinéad O’Connor.

De lo mucho que se escribió y se dijo sobre Sinéad O’Connor en los últimos días, poco -casi nada- se dedicó a este capítulo. Será porque se lo considera un apartado pequeño, casi una nota al pie de página. O porque de la contribución de Sinéad al pinkfloydverse sobresale su pertenencia a la abrumadora puesta de “The Wall” que Roger Waters ensayó en Berlín. Allí, entre Joni Mitchell, Ute Lemper, Paul Carrack, Van Morrison y más, muchos más, Sinéad canta -cómo no- “Mother”, y está espléndida. Pero el gigantismo y la desmesura de “The Wall” contrasta con la introspectiva belleza de “Broken china”, y es curioso como Sinéad y sólo Sinéad fue capaz de establecer un hilo conductor entre Waters y Wright, es decir el agua y el aceite de la banda que los hizo ricos y famosos.

“Breakthrough” no es el único tema que Sinéad canta en “Broken china”. También está “Reaching for the rail”, el poema más crudo del disco (“voy a dormir durante el día/hasta que la luz del día se apague/porque todo es tan familiar/todo se repite/el mismo sabor para todo/la misma cadena irrompible/que siempre permanece”). ¿Quién mejor que Sinéad para ponerle el cuerpo a esos versos? Sinéad no interpreta “Reaching for the rail”, la vive y -cómo no- la confiesa. Y lo hace a dúo con Wright, que jamás lució una gran voz pero sí que daba gusto escucharlo. Las piezas encajan, por más que sus registros vocales fluyan en direcciones diferentes. Se llama química.

Mirándolo en perspectiva, nunca dejará de conmover la capacidad de lucha de Sinéad, candidata natural al club de los 27 desde el dolor con el que cargó en su apasionado interior. El trayecto de la mirada de Sinéad a la mirada de Janis Joplin es infímo. Y sin embargo, Sinéad se empeñó en juntar los pedacitos de porcelana que la constituyeron para pegarlos, una y otra vez. Hasta que los fragmentos, de tan chiquitos, se hicieron irrecuperables.

El tiempo nos arrolla. Muerto está Prince, y fue cantando una de sus canciones que Sinéad se volvió una estrella. Muerto está Kurt Cobain, a quien Sinéad homenajeó con una magnífica versión de “All apologies”. De la muerte de Rick Wright se cumplirán 15 años en septiembre. Y muerta está Sinéad, fiel hasta el último día a aquel manifiesto que escribió siendo poco más que una niña, mientras la discográfica le exigía que fuera “más femenina” para mostrarse en público: “voy a vivir con mis propias políticas... voy a dormir en paz”.

A los calambres en el alma de Sinéad O’Connor se los percibe desde el sentimiento con el que canta “Breakthrough” o “Reaching for the rail”. Siempre embarcada en esa guerra por no romperse del todo, Sinéad lidió con su trip en el bocho, herida en infinidad de batallas físicas y espirituales. Hasta que la pérdida de un hijo implosionó la finísima porcelana de la que esa Sinéad contradictoria, resuelta, combativa, infatigable y cansada a la vez, talentosa a más no poder, estaba hecha.